En la presente conferencia se mostraron reflexiones sobre las mujeres que fueron modelo de aprendizaje y cultivaron el alma de José Gregorio Hernández, quien ha trascendido por más de un siglo por su gran sensibilidad humana y amor al prójimo. Se fundamenta en una revisión deliberada y consciente de textos, artículos y documentos tanto impresos como electrónicos de reconocida probidad de las etapas de la vida de José Gregorio Hernández: primera infancia (0-8 años), Infancia (8-11 años) y Adolescencia (12-18 años), y trabajos de investigación de neuroeducación con un significado real para la investigación. An Venez Nutr 2025; 38(1): 82-86
Palabras clave: José Gregorio Hernández, primera infancia, infancia, adolescencia.
This conference presents reflections on the women who were learning models and cultivated the soul of José Gregorio Hernández, who has transcended for more than a century for his great human sensitivity and love for his neighbor. It is based on a deliberate and conscious review of texts, articles and documents, both printed and electronic, of recognized integrity from the life stages of José Gregorio Hernández: early childhood (0-8 years), infancy (8-11 years) and adolescence (12-18 years), and neuroeducation research works with a real meaning for research. An Venez Nutr 2025; 38(1): 82-86
Key words: José Gregorio Hernández, early childhood, infancy, adolescence.
https://doi.org/10.54624/2025.38.1.007
Son numerosas las biografías, semblanzas, y ensayos publicados sobre la vida y obra del Dr. José Gregorio Hernández, centrados en los testimonios del pasado. Considerándose testimonio el relato oral o escrito de los acontecimientos hecho por los que lo vieron u oyeron contar (1).
Entre los materiales impresos de gran valor histórico, tenemos “La Semblanza del Dr. José Gregorio Hernández”, publicada en la revista el Cojo Ilustrado, el 15 de agosto de 1893, en el espacio “Galería de Médicos Venezolanos”, dedicado a los profesionales venezolanos destacados en su actividad médica (2).
La redacción de esta biografía fue asignada al escritor costumbrista y periodista Francisco de Sales Pérez, colaborador de la mencionada revista. Él usó como recurso la entrevista, y construyó la semblanza del Dr. Hernández a partir de sus propias respuestas. En ella describió los rasgos más relevantes de su comportamiento y personalidad, entrelazados por comentarios, apreciaciones, e interpretaciones del autor entre la que se destaca: “Sabe todo lo que puede saber un hombre que ha empleado sus 26 años en aprender, pero sabe además una ciencia que no se aprende en ninguna academia: Sabe hacerse amar. Como médico llegará a ser una celebridad, su reputación está formada: le falta el agente tiempo para extenderse”. Esta semblanza fue acompañada de una fotografía anónima (2) (Figura 1).
El matrimonio de Benigno María Hernández Manzaneda y Josefa Antonia Cisneros Mansilla, tuvieron una hija que llamaron María Isolina, que nació el 24 de mayo de 1863 y falleció el 4 de diciembre del mismo año (3). Por esta razón, la noticia de un nuevo embarazo de Josefa Antonia sería motivo de esperanza y alegría para esta joven pareja que acababa de perder a su primogénita.
De este embarazo, nació el 26 de octubre de 1864 en Isnotú, Municipio Libertad. Distrito Betijoque. Estado Trujillo. Venezuela, un niño varón que le pusieron por nombre José Gregorio, como su abuelo paterno (4).
La primera infancia, período crucial del desarrollo humano que abarca desde el embarazo hasta los 8 años, trascurrió en un ambiente tranquilo, su madre Josefa Antonia, su padre Benigno María y su tía María Luisa estuvieron pendiente de su cuidado y le brindaron el más cálido afecto, favoreciendo así un desarrollo biológico y mental saludable (4,5).
En esta etapa de la vida las estructuras neurofisiológicas y psicológicas están en desarrollo, de ahí que la educación durante la primera infancia es determinante, la calidad y cantidad de influencias que reciban los niños de su entorno familiar, los moldearán de una forma casi definitiva debido a que durante ella se asientan todos los cimientos para los aprendizajes posteriores, que dan forma al adulto en que nos transformaremos (5-7).
Así tenemos que cuando José Gregorio cumplió el año, le buscaron una cuidadora, una joven de su comunidad, llamada Juana Viloria, para que ayudara a Josefa Antonia que estaba embarazada. Su labor consistió en brindarle a José Gregorio la atención diaria, protegerlo de los riesgos y jugar con él (3). Ella para distraerlo lo paseaba por el solar de la casa y por el pueblo de Isnotú, que poseía pocas casas alineadas en la calle principal, enseñándolo a socializar con los vecinos y a explorar el mundo que lo rodeaba.
Lo entretenía con juguetes artesanales construidos por ella, con materiales accesibles como madera, tela, o incluso objetos reciclados como latas de sardinas o los carretes de hilo de madera, que eran desechados cuando se gastaba el hilo utilizado para la costura. Carmen Bethancourt y Matilde Suarez, en su libro José Gregorio del Lado de la Luz, hacen una descripción del juego innovado con el carrete de hilo según ellas: “Para jugar se necesitaba además del carrete de madera vacío, una metra de vidrio. Juana se sentaba en el suelo y ponía delante de ella el carrete de hilo de madera parado sobre uno de sus extremos. José Gregorio se sentaba enfrente y lanzaba la metra rodando por el piso en dirección al carrete para tratar de tumbarlo. Cuando lo tumbaba le tocaba a Juana lanzar la metra”; eso lo hacían una y otra vez hasta el cansancio (8).
Esta joven fue una de las mujeres que, a través de su cuidado responsable y amoroso como cuidadora, asentó los cimientos para aprendizajes posteriores: habilidades motoras, cognitivas, sociales, afectivas, emocionales y lingüísticas, contribuyendo al crecimiento correcto de José Gregorio (6).
A muy temprana edad su madre Josefa Antonia y su tía María Luisa, le impartieron, los conocimientos básicos de la lectura, la escritura, la gramática, los números, pilares fundamentales sobre los cuales descansa el conocimiento. Pero también, le enseñaron la Historia Sagrada, el catecismo, a memorizar y rezar breves oraciones al levantarse y antes de acostarse, el Ángelus tres veces al día, y el rosario al final de la tarde dirigido por su padre, quien también tuvo una importante participación en su formación (3.4) (Figura 2).
Ellas acostumbraban a llevarlo con frecuencia a oír la santa misa a la iglesia de Isnotú, para esa época de tapia, y techo de paja yagua, donde había un retablo de Nuestra Señora del Rosario, advocación de Josefa Antonia. En esa humilde iglesia del pueblo de Isnotú, le enseñaron a José Gregorio la postura y el comportamiento respetuoso que se debe tener en la iglesia durante la liturgia, así como el significado de cada uno de los pasos de la santa misa (3).
Es así como estas mujeres a través de la enseñanza de historias bíblicas, valores morales cristianos, y la participación en actividades prácticas y reflexivas relacionadas con la fe, iniciaron la formación espiritual de ese cristiano consecuente hasta el último día de su vida, que supo distribuir su tiempo para cumplir siempre con sus deberes religiosos y obligaciones.
José Gregorio, durante esta etapa tan importante de su vida, observa como su madre, su tía y otras mujeres de la comunidad llevaban consuelo a los enfermos y prestaban apoyo a los más necesitados, les llevaban comida, medicamentos, ropas, hecho que despertó en aquel niño una gran sensibilidad humana y amor al prójimo que lo caracterizó como adulto (3,4,8).
Investigaciones demuestran que nada influye tanto en el aprendizaje y el desarrollo de un niño como los modelos y las referencias que tiene a su alrededor. Es así como, a través del ejercicio de una conducta piadosa, caritativa y profundamente religiosa, enseñaron a José Gregorio las virtudes cristianas, y mostraron la realidad socioeconómica de la población de Isnotú (9).
Su primera infancia culmina con la inesperada muerte de su madre, quien fallece en 1872, como consecuencia del parto de su hija Josefa Antonia, cuando él tenía cerca de ocho años (4). A pesar del poco tiempo que compartió con su madre, esta le dejó una profunda influencia en su formación, como su gran caridad para con los pobres y los enfermos, su generosidad, abnegación, piedad y fervor religioso, testimonio de ello es la conocida frase escrita por él al recordarla: “Mi madre, que me amaba, desde la cuna, me enseñó la virtud, me crio en la ciencia de Dios y me puso por guía la santa caridad” (4).
La muerte de su madre, lo lleva a refugiarse en otra mujer, la cual él llamó su Gran Madre, la virgen María en la advocación adquirida por su madre La Virgen del Rosario, encontrando a través de la oración y de la meditación las fuerzas para superar su duelo (3).
La ausencia de Josefa Antonia, pilar fundamental de aquel hogar, fue asumida por su tía paterna María Luisa, quien continuó con la labor iniciada por su cuñada (Figura 3). José Gregorio, como hermano mayor, prestó apoyo a su tía en el cuido y distracción de sus hermanos, sin descuidar sus obligaciones escolares ya que había ingresado a la única escuela de Isnotú regentada por el Señor Pedro Celestino Sánchez. Supo distribuir su tiempo entre sus actividades religiosas aprendidas, sus deberes escolares y el cuido de sus hermanos (8, 9).
Dos años después de la muerte de Josefa Antonia, cuando Guzmán Blanco decretó el cierre de los conventos, llegó a la casa de Don Benigno, su hermana Sor Ana Josefa del Sagrado Corazón de Jesús, quien ayuda a reforzar la enseñanza religiosa iniciada por Josefa Antonia y su hermana María Luisa. Durante tres años, José Gregorio conoce la vida de austeridad, penitencia y recogimiento que su tía llevaba en el convento Regina Angelorum de Trujillo, ya que él partió a estudiar a Caracas. Él se reencontró con su tía cuando regresó a Isnotu graduado de médico, y ella continuaba con su vida de oración y clausura (10). Contemplar la fuerte vocación religiosa de su tía desde la infancia, pudo despertar en él esa vocación religiosa que creció con los años, y lo llevó a intentar varias veces sin éxito ingresar a la vida religiosa.
José Gregorio en 1876, con solo diez años, transcribe con bellísima letra, adquirida por la constante práctica de la caligrafía, un manuscrito, intitulado “Modo breve y fácil de oír misa con devoción “, motivado por la esmerada educación religiosa impartida por Josefa Antonia, María Luisa y Sor Ana Josefa del Sagrado Corazón de Jesús. Libro que conservó José Gregorio toda su vida. Hernández (10).
Un testimonio de la fuerte influencia de esta formación religiosa recibida durante su primera infancia es lo que escribió en el prólogo de su libro Elementos de Filosofía, publicado en 1912: “Si alguno opina que esta serenidad, que esta paz que disfruto a pesar de todo, antes que, a la filosofía, la debo a la religión santa que recibí de mis padres, en la cual he vivido, y en la que tengo la dulce y firme esperanza de morir” (1).
Trascurrido cinco años de estudio en la escuela de Isnotú, su maestro Don Pedro Celestino Sánchez, a pesar de no tener formación como educador, se percató que José Gregorio era un niño con una gran capacidad para el aprendizaje de las ciencias, y sugirió a su padre que lo enviara a estudiar a Caracas, porque no debía perderse este intelecto.
Don Benigno antes de tomar una decisión, conversó con su hijo y le preguntó si estaba dispuesto para irse a Caracas a estudiar. A lo que respondió: “Papá si usted me puede mandar a estudiar a Caracas, se lo agradezco, me dará mucho dolor dejarlos, pero creo que estudiando mucho podré ayudar a mucha gente”. Quiero estudiar Derecho para administrar Justicia, pero su padre le sugirió que se hiciera médico, para ayudar a los que sufren. Es así, como José Gregorio tomó la más acertada decisión de su vida: estudiar “Medicina” (11).
En febrero de 1878, con la bendición de su padre, y siendo un adolescente (13 años), se separó de su familia y sus amigos y emprendió un largo viaje hacia Caracas junto a los generales Jesús Romero y Francisco Vásquez, amigos de Don Benigno. Bajo la recomendación de ellos ingresó José Gregorio en calidad de interno en el prestigioso colegio “Villegas”, entre las esquinas de Veroes y San Mauricio, actualmente Santa Capilla, regentado por el ilustre Dr. Guillermo Tell Villegas (Figura 4).
En este Colegio, bajo la sabia tutela intelectual del Dr. Villegas José Gregorio realiza en calidad de interno sus estudios de bachillerato. Su destacada dedicación al estudio y su voluntad de servir a los demás, despertó la atención de Doña Josefa Perozo de Villegas, esposa del Dr. Villegas, mujer que se distinguía en la sociedad caraqueña por su inteligencia, cultura y gran vocación de servicio (8,11).
Doña Josefa, una mujer profundamente católica, se percató que aquel adolescente tenía una sólida _ formación religiosa, y se hacía acompañar por él a la iglesia de las Mercedes y/o de San Mauricio, actualmente Santa Capilla, iglesias cercanas al colegio, en el cumplimiento de los preceptos, la oración del Ángelus, la adoración al Santísimo, y el rezo del Santo Rosario, reforzando durante su adolescencia, las costumbres que eran parte de su vida cotidiana desde niño (3).
Esta rutina la practicó diariamente hasta el último día de su vida, testimonio de la fuerte influencia que tuvo Doña Josefa de Villegas, en su formación religiosa. En la iglesia de Santa Capilla rezaba a la virgen de La Guía desde su adolescencia, y dejó como testimonio de su devoción una placa metálica incrustada en el lado este del arco que está enfrente del altar de Nuestra Señora de la Guía, y dice: Gloria a María. Dr. José Gregorio Hernández. 1897 (11).
El 7 de diciembre de 1899, José Gregorio con 35 años ingresó a la Orden Terciaria Franciscana, en la iglesia de Las Mercedes, iglesia que frecuentaba desde la adolescencia con Doña Josefa (Figura 5).
La Sra. Villegas, al igual que su madre y su tía María Luisa, se hacía acompañar por José Gregorio a realizar sus obras de caridad, fortaleciendo el aprendizaje de sus valores cristianos y ese profundo amor al prójimo, que le habían inculcado ellas en Isnotú.
Doña Josefa Perozo de Villegas, también se hacía acompañar por José Gregorio a la casa de sus amigas, cuando las visitaba. Posiblemente, José Gregorio amenizaba sus conversaciones con obras musicales clásicas y populares al piano, demostrando sus avances en los estudios de piano realizados en el Colegio Villegas, bajo la dirección del profesor Juan Bautista Calcaño. Según testimonio de su compañero Juan de Dios Villegas Ruíz, su recreación favorita era. tocar el piano, instrumento que llegó a dominar a la perfección, con arte y gusto exquisito (3, 8, 10).
Durante esta etapa de su vida inicia el aprendizaje de varios idiomas: francés, inglés, alemán que perfeccionó en la universidad como consta en su expediente de estudiante de la Facultad de Medicina de Caracas. Universidad Central de Venezuela. Aprende a bailar, destacándose en los bailes de la sociedad caraqueña no solo por bailar bien, sino por su cultura, comportamiento y trato respetuoso. Se ignora quien lo enseñó a bailar, quizás fue con alguna de las hijas de las amigas de Doña Josefa (12).
Doña Josefa de Villegas, fue su apoyo en la adolescencia, el momento más vulnerable e impresionable y en el que los adolescentes más necesitan y buscan modelos a seguir de las personas cercanas (13). Ella no solo continuó y profundizó su formación religiosa, sino también amplió su cultura, y mejoró sus costumbres y modales; transformando aquel adolescente de Isnotú en un hombre que se destacó en la sociedad caraqueña y parisina, no solo por sus conocimientos científicos, sino también por una amplia cultura, talento, y modales (10).
A través del recuento de estas etapas de la vida de José Gregorio Hernández, se observa lo fundamental del papel de estas mujeres en su formación no académica. La escuela, la universidad como instituciones educativas formales, sin duda alguna tuvieron un papel de suma importancia en su formación como profesional, pero ellas por sí solas no formaron al Dr. José Gregorio Hernández reconocido por su gran cultura, talento, sensibilidad humana y profundo amor al prójimo.
Recibido: 10-08-2025
Aceptado: 25-08-2025