Artículo Original

Una historia en cuatro tiempos

Andrés Carmona1

1Dr. Andrés Carmona. Profesor Titular Jubilado, Facultad de Ciencias, Universidad Central de Venezuela. Discurso de Orden pronunciado en el acto de la imposición de medallas de la segunda promoción de postgrado 2014, realizado el 29 de octubre de 2014 en el Auditorio “Dr. Tobías Lasser” de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela.




Esta sencilla disertación he querido titularla “Una historia en cuatro tiempos” y se presenta en el acto que inicia la conmemoración del Centenario del Dr. Werner G. Jaffé (1914-1997), Profesor Honorario de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela y figura destacada en el desarrollo de los estudios de Nutrición en Venezuela. En el fondo tiene mucho que ver con la importancia de la “noción de futuro”, esa fuerza poco definida, pero indetenible, que actúa como catalizador de todos los cambios y es sustento de la existencia misma.

Werner Jaffé llegó a Venezuela, en 1939, con un Doctorado de la Universidad de Zúrich, para incorporarse al tejido social de este país, para ofrecer generosamente su inteligencia, su capacidad de trabajo y su indiscutible calidad humana al desarrollo de un país que, en momentos en que comenzaba la Segunda Guerra Mundial, acababa casi de salir de la larga dictadura de Juan Vicente Gómez.

Hace años, Simón Díaz grabó una breve historia de la música popular en Venezuela. Se relataba que en junio de 1935 fallecía Carlos Gardel, suceso que entristeció al continente. Con voz jocosa, Simón Díaz relataba que no había mal que por bien no viniera, y que en diciembre de aquel año se había muerto Gómez también. Con ello ingresaron al país una serie de ritmos caribeños como el son y la guaracha. Aquello fue sólo una expresión de los aires de cambio y renovadora esperanza que sacudieron al país a la caída de la dictadura.

Durante la transición que sobrevino bajo el mandato del General Eleazar López Contreras, comienza un importante período de modernización, de impulso hacia el futuro y de anhelos de prosperidad. Se crean los ministerios de Sanidad y de Agricultura y comienzan a respirarse aires de libertad simbolizados, por ejemplo, por la Huelga Petrolera de 1936.

La Venezuela de aquella época era azotada por el paludismo. Miguel Otero Silva, en su novela “Casas muertas”, cuenta que en el poblado de Ortiz, en el Estado Guárico, la malaria arrasaba a la población, aniquilando la noción de futuro y dejando tras de sí sólo casas muertas. Bajo el liderazgo del joven médico, egresado de la UCV, Arnoldo Gabaldón, se inicia la campaña contra el paludismo. Él, que había enfrentado a la dictadura de Gómez y padecido cárcel por ello, organiza la primera campaña a escala nacional realizada en el mundo para combatir a la enfermedad. La lucha comenzó examinando más de 100.000 niños y se repartieron gratuitamente casi cinco millones de tratamientos de quinina. La erradicación de los zancudos con el DDT iniciada en 1943, conjuntamente con el saneamiento ambiental y el programa de vivienda rural, pusieron freno a aquella epidemia aterradora.

De manera incipiente, el nombre de Venezuela comienza a tener mayor presencia en el concierto internacional. Debo imbricar aquí dos nombres que van a canalizar el curso de esta historia en cuatro tiempos: José María Bengoa y Werner Jaffé.

El primero, un médico vasco, llega a Venezuela en 1938 y el segundo, un investigador bioquímico alemán, lo hace en 1939. Al arribar a este país ambos contaban con 25 años de edad. Tenían la vida por delante y llegaron a una tierra fértil que despertaba a la ilusión de la prosperidad; ambos huían del horror de la Segunda Guerra Mundial. Aquí, a lo largo de muchas décadas, sembraron hijos y realizaciones. Su legado ha permitido reconocerlos como los padres de la institucionalidad en el área de la nutrición en Venezuela.

La vida profesional del Dr. Jaffé se desarrolla fundamentalmente entre la Universidad Central de Venezuela, ejerciendo como profesor de química, bioquímica y nutrición en escuelas de varias facultades, pero principalmente en la Facultad de Ciencias y como director fundador del Laboratorio de Investigaciones del Instituto Nacional de Nutrición.

Su primer trabajo en Venezuela fue la búsqueda de plantas de quina, la fuente de la quinina, en los bosques de la Cordillera de la Costa. Con frecuencia se veía en la necesidad de pernoctar en las modestas viviendas de los campesinos que encontraba en su camino. Entonces observó que éstos consumían una dieta muy monótona, a base de arepas de maíz y caraotas negras pero que, sin embargo, no mostraban signos de desnutrición.

En su laboratorio estudió el valor nutritivo de las leguminosas. Descubrió que el consumo de harina de granos crudos tenía un acentuado efecto tóxico y los animales de experimentación morían en pocos días. Estos factores tóxicos se inactivaban, casi completamente, si los mismos se cocinaban apropiadamente. Así nació un fructífero campo de investigación que el Dr. Jaffé desarrollo, indistintamente, en la UCV y en el INN.

En los años cuarenta crea la Sección de Química de los Alimentos en la Escuela Superior de Agronomía. Más tarde, esta sección fue incorporada al Instituto Nacional de Nutrición, que estaba en formación. Allí se da inicio a la relación profesional directa entre Jaffé y Bengoa, el primero como Jefe del laboratorio y el otro al frente de la Dirección Técnica. Juntos desarrollaron importantes proyectos, la elaboración de la primera Tabla de Composición de Alimentos, la creación de la Revista Archivos Venezolanos de Nutrición, hoy Archivos Latinoamericanos de Nutrición y de la cual Jaffé fue Editor durante mucho tiempo, y la Escuela de Nutricionistas y Dietistas. Esta fue, sin dudas, la etapa más brillante del INN, el cual llegó a convertirse en un centro de referencia a nivel internacional. Tanto fue así, que Bengoa fue designado Director de Nutrición de la Organización Mundial de la Salud, cargo que desempeñó por cerca de 20 años.

En el período 1948-1958 se desarrolla la presidencia del General Marcos Pérez Jiménez. A pesar de tratarse de un régimen dictatorial, muchos avances pudieron conseguirse como la creación en 1949 del INN, la fundación de la Escuela de Biología dentro de la Facultad de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales (hoy Facultad de Ingeniería) y de la Escuela de Química en la Facultad de Farmacia, proceso que, por cierto, contó con la asesoría del Dr. Jaffé; el boom petrolero de la época permitió otros desarrollos como la fundación de la AsoVac en 1950 y la creación del Instituto Venezolano de Investigaciones Cerebrales en 1954, que fue el germen que condujo a la formación del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).

A diferencia de Bengoa, Jaffé se quedó en Venezuela. Para entonces se habían conformado equipos de investigadores y docentes de alta calificación que, con los aires de renovación que soplaron a la caída de la dictadura de la época, pusieron las bases para una segunda etapa de desarrollo institucional. Werner Jaffé compartió con otros destacados docentes la idea de crear una Facultad de Ciencias en nuestra máxima casa de estudios, la cual fue una realidad cuando en 1958, Francisco De Venanzi, como Rector de la Universidad Central de Venezuela, decreta la creación de la Facultad de Ciencias. Poco después, en 1959, se funda el IVIC.

La Facultad de Ciencias vino a satisfacer un deseo y una necesidad para el ambiente científico e intelectual de la época. La docencia fue impartida por profesores provenientes de la Facultad de Ingeniería y del Instituto Pedagógico de Caracas. Progresivamente los primeros egresados, como Mercedes Urbaneja, Dinah Sharon de Seidl, Pedro Marcano y Aura López de Palozzo, entre otros, enriquecieron el cuerpo docente. También hubo avances importantes en la investigación. Seidl, Marcano y Palozzo se integran al grupo del Dr. Jaffé, estudiando la toxicidad de las leguminosas. Mercedes Urbaneja, con el apoyo del Dr. Jaffé, se inicia en el cultivo de células animales in vitro, una disciplina muy novedosa en aquel tiempo.

Dinah fue la discípula dilecta del Dr. Jaffé, y su colaboradora más cercana. Ella conoció al Maestro en 1958, siendo estudiante del último año del Doctorado en Química. Él dictaba el curso de bioquímica. Además de los aspectos básicos, el Dr. Jaffé les traía los últimos desarrollos en materia de investigación que aparecían en revistas internacionales. Él les hizo comprender cuales métodos se usaban y cuales conclusiones se podían sacar de un experimento determinado. Entre risas y lágrimas la Profe, como siempre la he llamado, me contó como el maestro la enseñó a plegar apropiadamente un papel de filtro para maximizar la eficiencia del proceso de filtración. De ella, otros muchos también lo aprendimos y se lo enseñamos a nuestros alumnos.

El desarrollo de la Facultad de Ciencias se consolidó a lo largo de los 40 años de la IV República. El cuerpo docente fue creciendo y se conformaron muchos grupos de investigación. Abraham Levy Benshimol fue uno de los primeros biólogos en incorporarse al Grupo del Dr. Jaffé en 1967. Ese año, a una década de su fundación, más de mil estudiantes nuevos ingresaron a la Facultad. Ésta carecía de aulas suficientes para acoger a aquel enorme contingente humano. Entre aquellos recién llegados me encontraba yo. Recibíamos clases en diferentes lugares como el auditórium del Jardín Botánico y los galpones ubicados frente a la Facultad de Farmacia.

El mayo francés de 1968 y otros acontecimientos promovieron el movimiento de renovación universitaria. En la Facultad de Ciencias se produjo un profundo cambio curricular de gran impacto en la docencia y la investigación. Animados por una buena dosis de mística, y bajo el tutelaje de los fundadores, la generación de profesores emergentes se hizo cargo de los cambios curriculares, emprendieron viajes hacia prestigiosas universidades del exterior y nutrieron con los conocimientos recién adquiridos la avidez de los cursantes de las materias del Nuevo Pensum.

Dinah Seidl nos ha contado cómo se desarrolló el Grupo de Investigación en Bioquímica Vegetal, después llamado Grupo de Bioquímica y Nutrición. Éste fue uno de los más serios y reconocidos de la Escuela de Biología, con un elevado número de egresados de excelente calidad profesional, que obtuvieron sus Ph.D en el exterior y generaron un gran número de publicaciones de primera.

Para el XV Aniversario del Instituto de Biología Experimental, los profesores del Grupo de Bioquímica y Nutrición hicimos un intenso ejercicio memorístico; utilizándonos los unos a los otros como muletillas, logramos reconstruir nuestra pequeña historia, compilando los nombres de los investigadores que por allí pasaron y sus líneas de investigación, las publicaciones más relevantes, y los nombres de más de 100 estudiantes que se formaron en nuestros laboratorios. También recordamos los chistes, las anécdotas y las tribulaciones que, a lo largo de varias décadas, constituyeron la cotidianidad de este pequeño grupo de personas y caracteres que, bajo el liderazgo científico, intelectual y personal de nuestro querido y recordado Maestro Jaffé, más que compañeros de trabajo nos convertimos en una verdadera familia.

Casi desde el principio comenzó a ofrecerse el curso de nutrición, dictado por el Dr. Jaffé, donde se presentaban los conocimientos básicos, con énfasis en los aspectos bioquímicos y fisiológicos, pero sin olvidar los aspectos socioeconómicos y de planificación estratégica. Poco después de recibirme de biólogo, en 1977 me incorporé como docente al Grupo de Bioquímica y Nutrición, y me correspondió el honor de continuar la labor del

Dr. Jaffé en el dictado de esa asignatura, ya que el maestro se acogió al beneficio de la jubilación. Otros dos biólogos, Juscelino Tovar y Alexander Laurentín se incorporaron también al grupo y orientaron su investigación al campo nutricional.

Después de jubilarse, Jaffé continuó haciendo contribuciones al país. Fue fundador del Postgrado de Planificación Alimentaria y Nutricional (PAN) y jefe de la Comisión Coordinadora de investigaciones en Alimentos que dependía del Conicit. Allí comenzaron a cocinarse diferentes iniciativas como el desarrollo del Lactovisoy, fórmula para la alimentación de niños menores de 2 años. Este desarrollo le granjeó al Dr. Jaffé el Premio Nacional de Tecnología, otorgado por el Conicit en 1985.

En 1983, José María Bengoa motoriza la creación de la Fundación Cavendes. Siendo su Director Ejecutivo continúa su estrecha colaboración con Jaffé. Ambos promovieron la generación de conocimientos y la formación de muchos profesionales casi siempre con el apoyo del INN. Entre otras iniciativas se cuentan la creación de la revista Anales Venezolanos de Nutrición, las Guías de Alimentación y las revisiones periódicas de las Tablas de Composición de Alimentos y la de Requerimientos de Energía y Nutrientes de la Población Venezolana; asimismo, se analizaron los patrones de consumo y el aporte nutritivo de los alimentos que consumimos, información necesaria para planificar la producción e importación de alimentos para satisfacer las necesidades de la población.

La implementación de estas iniciativas les llevó a catalizar la creación del Programa de Alimentos Estratégicos (PROAL) y del Consejo Nacional de la Alimentación, cuya misión era promover la seguridad alimentaria de la población Venezolana.

Me correspondió ejercer la Secretaría Técnica de este Consejo de 1999 hasta el año 2002, cuando fue sustituido por el Mercal. No creo necesario argumentar ante ustedes la conveniencia de disponer de una instancia como el Consejo de la Alimentación en un país donde los alimentos desaparecen de los anaqueles, donde ha mermado la producción nacional de alimentos y ha aumentado la dependencia de aquellos de origen importado, que incluso han llegado a pudrirse en los puertos. En mi opinión, hoy en día en Venezuela, no tenemos ni seguridad ni soberanía alimentaria.

El advenimiento de la V República, a pesar de los postulados contenidos en la Constitución de 1999, si bien ha promovido la inclusión de muchos sectores, también ha propiciado la exclusión de otros. El sector universitario tradicional se ha desligado del proceso político y se ha confrontado con él, en defensa de principios fundamentales como la autonomía universitaria. A consecuencia de ello se ha producido una crisis sin precedentes. La jubilación de los profesores ha sido casi masiva con la consecuente desmejora de la calidad de la enseñanza y de las posibilidades de investigación.

A pesar del enorme esfuerzo y la cuantía de los recursos invertidos en la formación de nuevos profesionales, el éxodo de los mismos hacia otros países merma las posibilidades de desarrollo y priva a las instituciones de educación superior de los cuadros de relevo necesarios para su crecimiento y evolución.

En los últimos años ni siquiera se ha podido efectuar la renovación de autoridades que ya tienen sus períodos vencidos. Más aún, las remuneraciones del personal académico son tan ridículamente bajas en Venezuela que pocos profesionales consideran seriamente convertirse en profesores. Hoy en día, no se a cuánto equivalen mis ingresos en moneda extranjera. Lo más práctico, es conformarme con calcular cuántos litros de leche o muslos de pollo podré comprar este mes, porque el mes que viene tendré que calcularlo de nuevo. Nuestro Vicerrector Académico, el Dr. Nicolás Bianco, ha calificado a esta crisis como una situación de “lesa universidad”.

Desafortunadamente atravesamos una etapa de desesperanza. Para muchos hombres y mujeres el futuro se perfila difuso y oscuro. La calidad de vida se desmorona aceleradamente, la inseguridad acecha y un sentimiento soterrado de tristeza planea sobre nosotros como un ave de mal agüero. Desafortunadamente, no se han articulado iniciativas o propuestas para sacar al país del marasmo que lo consume. La diatriba y la intolerancia nos tienen maniatados y nos han convertido en una sociedad inerme.

Paradójicamente, tenemos reservas morales e intelectuales de sobrada valía. Sólo que el nervio que puede sacarnos del atolladero parece estar dormido, ya que no anestesiado, porque anestesia no hay. Como en otros momentos, los jóvenes deben y están plantando cara, buscando soluciones, voceando su inconformidad. En suma, quieren validar sus opciones de futuro y matricular sus ansias de porvenir, entrelazando sus manos en un canto de esperanza que debe vencer a las sombras y hacernos ver la luz que está brillando al final del túnel.

De los postgrados de la Facultad han egresado hasta la fecha 1463 estudiantes. En esta ocasión egresan 52 nuevos profesionales con títulos de cuarto nivel, la gran mayoría de doctorado y maestría. Ello demuestra que la investigación en la Facultad de Ciencias sigue viva. Cabe preguntarse cuántos de Ustedes se incorporaran a las actividades productivas y/o académicas en el país y cuántos otros, espero que pocos, buscaran otros destinos.

La Venezuela del Siglo XXI, la que se debate entre la improvisación y la historia, debe resguardar, aunque sea en un pequeño rincón, el legado y la memoria de hombres, como el Dr. Jaffé, que tanto hicieron por nosotros y con quienes tenemos una gran deuda de gratitud.

Independientemente del campo de su especialidad, apreciados graduandos, les corresponde aportar su granito de arena para mantener vivo el sueño de estos visionarios que tanto hicieron por nuestro gentilicio. El futuro es de todos, pero más que nada de los jóvenes. Quiero felicitarlos a ustedes y a sus familias y profesores, pero también preciso exigirles que no abandonen las trincheras desde donde se forja el futuro, ningún esfuerzo se pierde si este se dirige a consolidar el bien común y a elevar la suma de felicidad de quienes habitamos en esta tierra de gracia.

Imitando al gran poeta nicaragüense Rubén Darío, quien escribió un poema titulado “Te deseo”, hoy, en el día de su graduación, quiero expresarles los mios:

Ojalá que puedan ser siempre auténticos en su vida personal y profesional.

Que con su esfuerzo se ganen el pan de cada día, y que al caer la noche se sientan orgullosos de ser quienes son.

Que sean optimistas, pero no presas de un optimismo irreflexivo que los convierta en ilusos.

Y, finalmente, que nutran su vida de futuro y tengan fe en ustedes mismos, porque desde allí, desde adentro, de cada uno de sus corazones, es que parten todos los caminos. Muchas gracias.