Editorial

¿ Desnutrición grave, expresión de la deuda social?

El hambre está afectando a todos, incluso a los que pueden pagar los altos precios de los alimentos. La situación de penuria alimentaria, se ha agravado de tal manera, que las personas ante la imposibilidad de conseguir comida, deambulan por las calles en busca de alimentos en la basura.

Hemos sido testigo de una debacle en la alimentación en Venezuela, producto de una política que prioriza el pago de la deuda externa, en perjuicio de la deuda social en alimentación y salud.

El clamor de las madres, desesperadas por conseguir alimentos para sus hijos, no es oído por los responsables gubernamentales. En esta dura realidad, el hambre en Venezuela, viene a ser la causa social de la mayoría de las enfermedades, que progresivamente produce un deterioro en la salud, debido al incremento de las infecciones repetidas, endemias y enfermedades como la tuberculosis y la difteria que llegamos a pensar que no volveríamos a ver, en un medio incapaz de proveer una alimentación mínima para cubrir las necesidades. Este proceso, conduce a una distorsión del crecimiento y desarrollo, físico, funcional y social, un desarrollo disarmónico como lo denominaba el Dr. Bengoa, con reacciones psicológicas y de conductas tan peculiares que no corresponden a una edad cronológica determinada.

Los resultados son aterradores, el cuadro doloroso de niños desnutridos graves que proliferan en los centros de salud, víctimas inocentes, de un sistema que no provee los alimentos indispensables ni la atención de salud. Los desnutridos graves son la punta del iceberg, de una tragedia social de proporciones inmensurables, en su origen intervienen diferentes factores socio ambientales que mantienen el círculo perverso de pobreza-desnutrición-pobreza, a lo cual se suma el factor político, que en nuestro país, ha sido determinante.

El problema nutricional, se agrava debido a la alta prevalencia de procesos infecciosos que pueden llevar a la muerte, pero los que logran sobrevivir en medio de las dificultades, forman parte de esa patología social que limita el desarrollo biológico y funcional adecuado. Se estima que por cada desnutrido grave en una comunidad hay 20% de niños con problemas nutricionales, esto indica, que aun en ausencia de datos oficiales, son muchos, los que necesitan con urgencia una atención eficiente.

Los datos de ENCOVI 2015, indican que 49% de la población vive en pobreza extrema, que se concentra en barrios periurbano y en la Venezuela profunda, lejos de las grandes ciudades y en el medio rural. Son precisamente los niños, mujeres embarazadas y adultos mayores en estos grupos los más vulnerables.

El hambre y la desnutrición es un problema de salud pública complejo, que requiere de un enfoque plural, de distintas disciplinas, más allá de la salud, para tratar los factores involucrados en su aparición, siendo la salud una más de esta complejidad. Lamentablemente la solución propuesta, por el gobierno, pasa por el control militar “generales expertos” en alimentación, que han convertido a los alimentos en el mejor negocio y mayores beneficios para los cercanos al poder, que también se ramifica hasta los distribuidores en las comunidades, quienes por razones política, discriminan el acceso a los alimentos. Resolver el problema de la alimentación, sólo es posible, con el incremento de la producción nacional, que coloque en la mesa de los venezolanos, los alimentos de la dieta habitual.

Ante esta compleja situación las organizaciones sociales, han activado la ayuda internacional, pero lamentablemente, continúan esperando respuestas, para que ingresen al país, medicamentos, alimentos e insumos, que contribuyan a aminorar el sufrimiento de los venezolanos en las comunidades más pobres.

Maritza Landaeta-Jiménez