Editorial

Red de recuerdos
José María Bengoa Lecanda

Hace 70 años recorría a caballo las poblaciones de Sanare, Quíbor y Cubiro, unas veces encorbatado y otras no, según la ocasión, el médico rural José Maria Bengoa…Quise empezar diciendo algo sobre este vasco-venezolano, algo que no se encuadrase en un trajinado curriculum vitae, ya se ha escrito sobre eso con mas justeza y propiedad de lo que yo pudiera hacer, así pues me propuse dar a estas líneas un giro más humano e informal, una red de gratos recuerdos vinculados a mi amistad con el Profesor Bengoa. Me dí a leer y hojear por cuarta o quizá por quinta vez, no sé, el libro “Sanare…hace 50 años”, dedicado por el propio Bengoa: “Para mi buen amigo y compañero de trabajo y tantos avatares…”, publicación editada por primera vez en 1940 por la revista del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social y en nuestros días como Ediciones CAVENDES en 1992. Allí como siempre, pude deleitarme con detallados y simpáticos relatos y anécdotas, narradas con humor y realidad. La llegada a Sanare: “El taxi que me conduce de Barquisimeto a Sanare repentinamente se detuvo ante un puente semi hundido, apuntalado con troncos. Eran las horas del mediodía, decidí subir a pie y pedir ayuda. Para descansar me acerqué a un rancho a la orilla del camino. Una mujer entre 30 y 40 años con cuatro niños me recibió y me ofreció un dulce de higo y café. Continué el camino y al cabo de un tiempo divisé el pueblo de Sanare. Llegué cansado y las autoridades civiles no podían entender que el nuevo médico llegara a pie y con la lengua afuera.” Cuando en Nueva Delhi en 1960, le preguntaron en que Universidad había adquirido los conocimientos sobre los aspectos sociales de la medicina, leo su respuesta: “…contesté con un dejo de nostalgia que en la Universidad de Sanare.” El episodio de los norteamericanos que llegaron a Sanare para comprar orquídeas, pagaron a locha la mata y se las llevaron en un camión a Puerto Cabello donde esperaba un barco con destino a Estados Unidos. Su amistad con el Padre Félix Quintana “…el Padre Quintana fue, en los años treinta y cuarenta, el mejor representante del Sanare culto.” y su famosa y oportuna respuesta cuando éste le preguntó que cuando daba de alta a los niños “Cuando sonríen, Padre, cuando sonríen”. Estas líneas narradas por el propio Bengoa, son tal vez las que recordamos con más simpatía y cariño durante sus primeros años en Venezuela. En julio de 1992, en emotiva ceremonia, José María Bengoa es nombrado hijo ilustre de Sanare y se da su nombre al hospital de dicha localidad.

Conocí a José María Bengoa Lecanda en la década de los sesenta, en una reunión en el INCAP, Guatemala. Como funcionario del Instituto Nacional de Nutrición de Venezuela, no dejé de intercambiar con él variada correspondencia. A comienzos de 1973, escribí una nota para la sección Cartas al Editor de Archivos Latinoamericanos de Nutrición, en la cual manifestaba mi desacuerdo con un trabajo publicado en esa revista. Como se trataba de un tema de política económica sobre malnutrición en Latinoamérica y no estaba muy seguro del terreno que pisaba, mandé al Dr. Bengoa para ese entonces en la OMS en Ginebra, una copia de mi nota para saber su opinión. A los pocos días recibí respuesta de su puño y letra: “…el tono está bien para otro auditorio pero no para la revista. No creo que usted quiera aparecer como reaccionario elevado a la potencia 30. Con un abrazo, Bengoa”. No mandé la nota y conservo su carta con orgullo. En una ocasión que coincidimos en una reunión en el Instituto, alguien preguntó a Bengoa que cual era el instituto de nutrición en Latinoamérica que ocuparía el primer lugar. Su respuesta: “Pues yo creo que el segundo lugar le corresponde al INCAP, por su excelencia, prestigio y efectiva labor en la región” Su interlocutor insistía en saber lo del primer lugar a lo cual Bengoa le respondió: “Pues no hay primer lugar”.

“Nutrición, amor y bienestar social”, he disfrutado leyendo las palabras de Bengoa recogidas en esta publicación con motivo de la inauguración del Programa de Postgrado en Nutrición de la Universidad de Carabobo, en Enero de 1990. Siempre me han cautivado sus reflexiones sobre la vejez por su ternura e impactante realidad. “No hay razones para temer a la vejez. El miedo a la vejez es un error. Alguien ha dicho que son viejos aquellos que tienen diez años más que uno. No es tan grave ser viejo, lo triste es sentirse viejo, estar viejo. Y hay muchos que están viejos sin ser viejos y otros que siendo viejos no lo están. Los viejos son cada vez más jóvenes, más fuertes y más cultos, pero también más exigentes.” Otra publicación que disfruto con su lectura “La responsabilidad de la experiencia”, palabras pronunciadas por Bengoa en Ciclo de Conferencias Diálogo con los Jóvenes II, Fundación FUNDAFUTURO, en Octubre de 1997. Bengoa comienza: “Estamos aquí para hablar de la responsabilidad de la experiencia. Tal vez alguien podría pensar que yo, el de más edad, represento aquí la experiencia y eso sería un gran error. Hay muchos ancianos que apenas pueden ofrecer algún recuerdo anodino, sin trascendencia y en cambio hay hombres y mujeres jóvenes con un rico caudal de experiencia”. Sabias palabras para pensar.

En Octubre de 1998 el Consejo Directivo del Instituto Nacional de Nutrición aprobó el Reglamento concerniente a la Condecoración al Mérito en el Trabajo “Orden Dr. José María Bengoa”. El diez de diciembre de 1998, esta Orden en su Segunda Clase fue concedida a las siguientes personas: Luis Falque Madrid, Virgilio Bosch Román, Yolanda Hernández de Valera y José Félix Chávez. Después de casi 15 años nada se ha vuelto a saber de esta Orden, una verdadera lástima que haya caído en el olvido. Reactivarla sería un merecido homenaje a la memoria del Dr José Maria Bengoa en el centenario de su nacimiento.

Ya a su regreso a Caracas e instalados en su apartamento del Edificio “Monte Roble” en Altamira, con frecuencia le pasaba buscando en el carro para llevarlo a una reunión a la cual asistíamos juntos, puntualmente me esperaba en la calle. Durante el trayecto sentado al lado mío, manteníamos variada conversación. Bengoa padecía de cierta sordera en el oído izquierdo y algunas veces yo le formulaba una pregunta o hacía un comentario y no me respondía. No sé si no me había escuchado o que no deseaba, responder mi pregunta, tal vez inoportuna. De inmediato cambiaba yo de tema y hablábamos de otra cosa.

En una reunión en la casa del Dr. Miguel Layrisse, en marzo de 2001, coincidimos un grupo muy grato de amigos. Adentrada la tertulia, luego de la excelente cena, la conversación giró en torno a las edades de los “grandes” de la nutrición que estaban esa noche allí. Bengoa hacía notar que “…Layrisse tiene 82 años y Jaffé 86 y yo voy por los 87…y Méndez Castellano tendrá 83…” Alguien preguntó sobre la edad de Scrimshaw a lo cual Bengoa con su sano sentido del humor respondió: “…lo que pasa chico, es que Nevin no tiene edad!!”. En un intercambio de correo electrónico en 2004, Bengoa me escribía: “Gracias por el mensaje de recuerdo. Yo también te echo mucho de menos. Volveré en Septiembre si la salud me acompaña. Estoy perdiendo la vista. Temo caerme. Cualquiera diría que estoy como un viejo de 91 años” Lo simpático de estas líneas es que Bengoa tenía efectivamente 91 años. Con motivo de cumplir 93 años, en abril de 2006, estuve en su casa en Caracas, y como siempre lo hacía, me convidó a que le acompañara con un whisky “del bueno para los amigos”, así lo solicitó a su esposa Amaya para que lo sirviera. Al brindar con el vaso en alto, dijo: “…sobrevivo…, brindo por la unión de todos los venezolanos”. Confieso que se me enfrió el guarapo y tuve que volver la cara para ocultar mi emoción. Así era José María Bengoa Lecanda, hombre simpático y elegante personaje, de amena plática, siempre interesado por lo que hacíamos y con sano y oportuno sentido del humor. Termino aquí esta red de recuerdos. Falleció en Enero de 2010 a los 96 años. Su palabra ductora no se escuchará más pero su legado valioso e imperecedero ha quedado entre nosotros.

José Félix Chávez Pérez
Editor General
Archivos Latinoamericanos de Nutrición.